EL JUEGO DE LA ATENCIÓN
INTRODUCCIÓN
Una llave maestra es aquella que abre todas las puertas. ¿Qué puerta queremos abrir? El hombre desea abrir la puerta de la felicidad...
y la definición de felicidad varía de una persona a otra.
Para unos es sentir sensaciones fuertes, para otros es alcanzar la paz interior, tener la pareja ideal, o bien, tener poder, dinero, posición, posesiones... Ideales cuya índole tiene todas las formas, colores y posibilidades de un caleidoscopio... ¡La atención es la llave maestra que abre estas puertas!
Para comprender el enorme poder de la atención, primero habrá que aceptar el enorme poder de nuestra mente. Muchos nos identificamos exclusivamente con el cuerpo, diciendo que la mente depende del estado de nuestro cerebro: si éste se deteriora, la capacidad mental se pierde. Aunque esto sea verdad, constituye solo una parte de ella... Sabemos que una parte de nuestro cerebro, que ni conocemos bien ni dominamos, es responsable de que funcione toda esta increíble maquina, tan delicada y, al mismo tiempo, tan resistente, que es nuestro cuerpo. Aunque de él dependa nuestra vida, frecuentemente lo maltratamos, desatendemos sus necesidades más básicas, descuidamos la química que ocurre en el diariamente por medio de la alimentación, y dificultamos su funcionamiento, llenando nuestro organismo con alcohol, drogas, tabaco, grasas y toda clase de excesos. No le hacemos ni caso, hasta que un día nos da un susto de muerte: ¡algo deja de funcionar! Paralizados e impotentes, tomamos consciencia de que estábamos jugando con fuego...
En este momento, dependemos de una parte de nuestra mente que rige nuestra vida emocional. En ella, se han ido grabando todas las impresiones fuertes que tuvimos a lo largo de nuestra vida, que van a demarcar un sinfín de tendencias y talentos, así como las dificultades y limitaciones. De este «coctel» de impresiones, reacciones mecánicas, pensamientos, tendencias e impulsos, además de la in formación genética, va a salir la reacción al susto que nos ha dado el cuerpo. Si el «coctel» resultante está a nuestro favor, vamos a cuidar del cuerpo, a colocar la atención en sanarlo, y pasaremos a darle el cuidado y apoyo que se merece. Si, por el contrario, la mezcla es corrosiva, seguiremos en el proceso de deterioro, sintiéndonos impotentes ante la autodestrucción que se ha instalado. En este caso, veremos al cuerpo como una entidad separada y enemiga que nos traiciona y domina. La separación entre la mente y el cuerpo se acentúa, y con ello, la sensación de impotencia. Nos creemos que el poder lo tiene nuestro cuerpo...
Si no podemos negar que el cuerpo se rige por una pequeña central cerebral, innata, que le da todas las ordenes fisiológicas y bioquímicas, tampoco podemos negar la influencia que tienen sobre esta central los contenidos emocionales y los pensamientos. Ante una situación de peligro, habrá toda una serie de reacciones orgánicas, mensurables y visibles, que varían de una persona a otra. No es igual la reacción emocional de un hombre ante un león, que la de su domador; este no tendrá pánico, no le temblaran las piernas ni sentirá sudor frio... Aunque su cuerpo este en estado de alerta, no se siente impotente; sabe lo que tiene que hacer, además, su atención está entrenada, sabe concentrarse ante el animal, reconocer sus más mínimas reacciones. Su actitud mental y emocional determinara no solo sus reacciones fisiológicas, sino también su actuación. Es, pues, innegable, que el juzgarse impotente en determinada situación ó, por el contrario, sentirse con recursos será lo que va a determinar la emoción resultante y esta, a su vez, disparara la reacción fisiológica correspondiente.
Toda nuestra vida es así... según la información que tengamos sobre una situación, así la juzgamos, así serán las ideas, que a su vez dispararan emociones que influirán en nuestro cuerpo. Pero también ocurre al revés: si el cuerpo nos duele y sentimos miedo e impotencia, creamos la idea de que estamos enfermos, y esto influirá sobre nuestra capacidad de curación. El círculo funciona tanto en una dirección como en otra.
Nuestro ordenador particular.
Podemos fácilmente entender que un programa de ordenador responda fielmente a las órdenes que le damos. Sin embargo, nos cuesta aceptar que nuestra mente reaccione mecánicamente a lo que este grabado en ella. Si un determinado olor suscita sensaciones de bienestar ó de tensión, es natural que esto se deba al hecho de que aquel olor este encadenado a una experiencia alegre o a una angustiosa, grabada anteriormente en nuestro ordenador mental. ¿Y cómo se producen estas grabaciones? Siempre a través de nuestros sentidos. De la misma forma que un olor puede evocar un sentimiento u otro, no provocara ninguna respuesta si no hay ninguna grabación asociada a aquel olor. Así, se puede haber grabado un gesto, un tono de voz ó un ruido, el gusto de cierta comida o el contacto corporal con algún tipo de aspereza o suavidad. Igualmente, una sensación corporal, dolorosa o placentera tensión muscular, hambre o sensaciones corporales, pueden haberse asociado a situaciones concretas. Todo ello, evocara estados de ánimo y hasta reacciones fisiológicas que nos pueden parecer inexplicables si no tenemos consciencia de lo que se ha registrado anteriormente. Cuando nuestros sentidos captan algo que se corresponde con una grabación anterior, se produce como un retroceso en el tiempo y se reviven las mismas sensaciones del pasado. Esto provoca, a menudo, comportamientos totalmente inadecuados a la realidad del momento, actitudes incomprensibles e infantiles. Así que nuestras reacciones, maneras de pensar y juzgar las cosas, están íntimamente relacionadas con estas grabaciones ocurridas a lo largo de nuestra historia, y provocan reacciones mecánicas que no siempre comprendemos, pues la emoción puede no ser accesible. Es más: muchas grabaciones poderosas actúan y determinan un sinfín de acciones y juicios ¡sin que sintamos nada! Son las de acceso más difícil, y las que provocan escepticismo... La emoción es el puente al pasado; si no sentimos, no llegamos a la raíz, y nos parece que nuestras reacciones y sensaciones son inexplicables, caídas del cielo… ¡Sin embargo, son justamente estas grabaciones las que más influyen en nuestra vida!
De la misma forma, también se graban palabras, que llegan a condicionar nuestra vida de manera desproporcionada y asombrosa. Como la lógica del adulto ha cubierto de un tupido velo a la emoción de la experiencia pasada, a veces resulta difícil creer que una palabra pueda tener tal peso, tal influencia sobre nuestros sentimientos y decisiones. Una orden grabada al pie de la letra, de forma literal, estará influyendo en todo el conjunto de ideas… El mero hecho de descubrirlo y mantenerla o presente por medio de la atención, ¡va a alterar grabaciones antiquísimas y olvidadas!
Todas estas grabaciones están tiñendo continuamente nuestra percepción, y la percepción va a determinar cómo enjuiciamos una situación... Imaginemos, por un momento, que en lugar de ojos tuviéramos microscopios, ¡nuestro concepto del mundo sería completamente distinto! Si pudiéramos optar por tres posiciones visuales: la «normal», el microscopio o un telescopio, tendríamos información de tres realidades que nos parecen completamente distintas y que, sin embargo, coexisten pacíficamente todos los días... Nuestra mente tendría que flexibilizarse, elaborando al tiempo tres ángulos distintos de la misma realidad. Nos daríamos cuenta de que el mundo que vemos ¡no es más que una pequeñísima parte de la realidad...! y lo que es más importante todavía: ¡no podríamos olvidarlo! Porque la percepción nos lo estaría recordando permanentemente. Tal y como son las cosas, lo sabemos pero lo olvidamos, pues nuestra concepción del mundo esta encadenada a las características y limitaciones de nuestros aparatos sensoriales... pero esto no cambia, para nada, lo que es el mundo realmente. El que olvidemos todo aquello que no vemos y oímos, no hace que deje de existir.
Este olvido hace que juzguemos todo con la misma pequeñez y limitación de nuestros órganos sensoriales. Y acabamos juzgando nuestra mente desde esta misma limitación, olvidando que ella es capaz de verlo todo desde· todos los ángulos, de percibirlo todo, de abstraerse de lo sensorial, de conectar con todas las realidades. La capacidad de nuestra mente es algo tan prodigioso, que en vez de ponerlo en duda, podríamos utilizar el tiempo aprendiendo a aprovecharla muchísimo mejor, haciendo nuestra vida más rica y mas armoniosa.
Más allá de la memoria y el olvido.
Para ilustrar el enorme poder de la mente y también la forma fascinante que tiene el cuerpo de guardar todas las vivencias a las que es expuesto, voy a mencionar dos hechos muy clarificadores. Hace poco se publico en Alemania el primer libro escrito por un autista. Un chico con el que nunca fue posible cruzar una única palabra, pudo, por medio de un ingenioso programa de informática, describir su espeluznante mundo interior. De las primeras frases defectuosas pasó, poco a poco, a describir estados de ánimo y vivencias completas, relato una cantidad de información asombrosa. Se supo que este chico había pasado días enteros de su infancia hojeando, pagina a pagina, los libros de la biblioteca de sus padres. Lo que no se sabía es que estaba dotado de una inconmensurable memoria fotográfica, capaz de retener cada una de aquellas páginas que había hojeado durante incontables horas... Todo este legado, que tocaba los temas más dispares, desde la Biblia hasta libros de biología, historia y psicología, quedo acumulado en su mente, constituyendo el sustrato sobre el cual pudo, arios más tarde, describir todo su torturado y fascinante mundo interior.
Igualmente asombrosa es nuestra memoria corporal. Hace años, en una sesión de respiración, notamos en la sala un inconfundible y fuerte olor a cloroformo. Provenía de uno de los participantes del grupo, que respiraba con los demás. Supimos, después, que la madre de este hombre de 36 años, aspiró una dosis altísima de cloroformo durante su nacimiento. Nos conto que aun hacía poco, el cuerpo de su madre seguía reaccionando ante el menor olor a cloroformo, sufriendo ataques de vómito y náusea. En aquella sesión de respiración, por alguno de estos maravillosos y misteriosos mecanismos de que dispone nuestro cuerpo, el cloroformo impregnado en las células de aquel hombre, nada menos que 36 años, ¡vino a la superficie y se libero!
Otro caso interesante ocurrió cuando una persona, haciendo una sesión de respiración en la bañera, empezó a soltar un discurso incontenible, expresando un explosivo resentimiento que llevaba años reprimido. Su cuerpo empezó a soltar residuos oscuros, de tal forma que, en algunos minutos, ¡la Línea del agua quedo marcada con un borde grueso y negro de impurezas!
Si ponemos nuestra atención en ello, no tenemos que alejarnos de nuestro día a día para descubrir ejemplos que demuestran, sin lugar a duda, las desconocidas capacidades de nuestro asombroso potencial mental. En una experiencia psicológica, se invito a cien mujeres a que se sentaran en un cine vacio. La mitad de ellas eran mujeres «felices», que tenían una personalidad estable y una vida sentimental satisfactoria, así como éxito profesional y buena situación financiera. La otra mitad la componían mujeres con una personalidad inestable, con una vida sentimental y social conflictiva y sin éxito laboral. Se anoto donde se había sentado cada mujer. A continuación se invito a cien hombres a que se sentasen en la misma sala vacía, y se anoto los sillones que escogieron. El resultado fue concluyente y sorprendente: casi todos los sillones donde se habían sentado las mujeres «felices» fueron ocupados por los hombres, mientras que los de las «infelices» ¡quedaron vacíos! Detrás de una aparente casualidad, había la percepción de algo que está más allá de la razón... Cuando tu atención se dispersa en la vida cotidiana, realizas una serie de actos involuntarios, aparentemente «casuales», que te quieren decir algo. Te olvidas de algo, para tener que volver a un sitio concreto; te das un golpe cuando pensabas algo denso y desagradable; el café se cae sobre un texto importante... Son acciones mecánicas que, si las analizas, ¡descubrirás que están señalando un propósito! Como si tu coche te llevara por su cuenta.
¡Y aquí es donde entra la atención! Porque puedes dejarte llevar por este coche eternamente, sin darte cuenta siquiera de lo que está ocurriendo, en cuyo caso el programa se repetirá sin grandes variaciones. O puedes comenzar a fijarte. Comprender lo que persiguen tus grabaciones inconscientes es el primer paso. Luego, añadir información al programa, modificar grabaciones, para poder llevar tu vida hacia nuevos derroteros, mas armoniosos y acordes con tus opciones. En realidad, jugamos con ventaja, pues el programa no piensa, ¡y tu sí! Al colocar tu atención en este mundo paralelo, descubres un guion cuyo contenido transcurre solapado, como una doble vida ajena, pero que sigue junto a ti, perfectamente coherente ... Vas tomando contacto con una parte tuya oculta y poderosa, desconocida y familiar, ajena y propia, fascinante y temible, esperanzadora y extraña. Después de este descubrimiento, tu vida ya no será la misma. Al aprender a dirigir tu atención, podrás interferir y modificar el guion de tu vida.
Las enseñanzas de los yoguis y algunos grupos indígenas del mundo.
Los antiguos yoguis o ciertos grupos indígenas ya lo sabían; entrenaban su atención como si de ello dependiera su vida. Hace milenios ya sabían que era y es la llave para el dominio de sí mismo. Dedicaban a ello el mismo tesón y la misma perseverancia que en Occidente se suele poner en el éxito social y material. Saben desde siempre que, si dominan la atención, podrán influir en todo el funcionamiento corporal, mental y emocional; podrán exponer su cuerpo al frio y al calor, a intervenciones quirúrgicas sin sentir dolor, y también podrán escoger sus sentimientos y llevar su pensamiento donde les parezca adecuado. Son dueños de su ordenador, y por ello, de su vida y de su cuerpo.
En Occidente conocemos la importancia de la atención para el estudio y el trabajo, pero no para el dominio de la vida interior. Esto nos lo ensenan los yoguis desde tiempo in memorial. La atención es la llave... con ella podemos dejar de sufrir, física o moralmente; con ella podemos optar por la felicidad. También saben que, mientras no somos dueños de nuestra atención, no somos más que corchos flotando en el mar de las emociones...
En Occidente, todavía estamos discutiendo si es la mente la que influye en la salud del cuerpo o bien es el cuerpo el que influye en la salud mental. ¿Qué es primero, el huevo o la gallina? Muchos médicos tratan el cuerpo como si fuera totalmente. Independiente de la mente... No creen que una persona con la mente debidamente entrenada sea capaz de ver, en el campo energético de otra persona, las enfermedades mucho antes de que se puedan detectar físicamente. Simplemente, se niega aquello que todavía no se conoce ni se domina. No se le presta atención. Pero no por eso deja de existir. Simplemente no se le saca provecho, y se desperdicia una vez más el enorme poder de la mente.
Estos antiquísimos Sabios nos dejaron otro legado muy importante: con nuestro poder mental y con el dominio de nuestra atención podemos hacer mucho, muchísimo, ¡pero no podemos hacerlo todo! Hay una parte que escapa a nuestro control, que no nos queda más remedio que aceptar, que acatar desde una perspectiva mayor. ¿Por que nos toca este destino concreto, y no otro? ¿Por qué me ha tocado este país, esta familia, este cuerpo, este color de ojos? ¿Por que tuve que vivir estas «injusticias»? ¿Por qué yo? En la aceptación de lo imponderable, en la aceptación de nuestro destino y de las vivencias concretas y particulares que hemos tenido que experimentar, esta la llave de la felicidad.
¿QUE ES EL JUEGO DE LA ATENCIÓN?
Atención es nutrición.
En un sinfín de escenarios, se mueven un sinfín de personajes. En este hormiguero frenético, algunos juegan a ser jefes, otros a «mandados»; unos son buenos y otros malos; unos ricos y otros pobres; esta el patriarca, el mendigo, el bienhechor y el ladrón; el galán, el seductor y el seducido; el rechazado y el prepotente; la víctima y el verdugo... un sinfín de papeles que se entremezclan y cruzan, innumerables guiones que se encuentran y desencuentran, incontables historias que se funden, materializando nuevos personajes y nuevas combinaciones que se amalgaman, creando una maraña cuyo único guionista es la vida misma. A cada uno de nosotros nos tocan determinados papeles, de los cuales unos nos gustan más y otros menos. De tanto jugar, llegamos a creernos el personaje, nos identificamos con él, y según sea una tragedia griega ó un musical americano, reímos, lloramos, nos desesperamos, sufrimos, gozamos... ¿cómo nos enredamos en este increíble juego de la existencia?
Desde su infancia hasta su vejez, el ser humano quiere atención: quiere que se le vea, se le atienda, se le demuestre cariño, respeto, amor... que se le considere, que se le tenga en cuenta. No se basta solo, así que, desde siempre, el humano está buscando atención fuera. Primero, de papa y mama, de los hermanos, luego de los compañeros y amigos, de la pareja, de los hijos. Una búsqueda interminable, siempre atento a los demás, sintiéndose bien cuando logra la atención que desea, angustiado cuando fracasa. Como a un vampiro, la nutrición le viene de los demás. Para conseguirlo, usa todos los medios de que dispone. Si no logra que le vean, comienza a probar todos los comportamientos, actitudes y formas de ser... utiliza absolutamente todos los «juegos» que conoce para lograr el objetivo. Es capaz de esforzarse hasta el límite para agradar, y si no lo logra, es capaz de buscar atención a cualquier precio, siendo el niño problema, el incapaz, el tonto, el deprimido, el agresivo, poniéndose enfermo... Todo vale, pues de ello depende la sensación de estar vivo, de ser reconocido, de ser amado.
Así que nuestro niño va probando, ¡hasta que encuentra el «juego» que tiene éxito! En este momento, ocurre algo inesperado: a partir de ahora ya no está a merced de las circunstancias, ¡ahora tiene recursos! Nunca más tendrá que soportar la impotencia de que no le vean ni consideren.
De ahora en adelante tiene en sus manes un arma fundamental: sabe cómo ser dueño de la situación, consigue ser el centro de las atenciones, aunque sea recibiendo golpes ó regañinas. ¡Y puede sacar de sus casillas a papa y a mama cuando le viene en gana! Puede hasta castigarlos si no le dan el amor y el respeto que necesita. Ya tiene el poder en sus manos. Naturalmente, esto no lo va a entregar tan fácilmente. Aun a costa de si mismo aprendió muy bien la lección. También puede ser un «juego» aplaudido y aceptado socialmente: el primero de la clase, el gracioso, el inteligente, el responsable, el leal, la guapa, la seductora, la dulce. Tendrá la atención que necesita, sabe qué hacer para ser atendido, alabado... pero a costa de su espontaneidad, a costa de sí mismo, pues ya es una actitud que le ha atrapado, que le tiene prisionero.
El tiro sale por la culata.
Lógicamente, el niño se agarra con uñas y dientes a esta actitud a este comportamiento ó forma de ser que le hace poderoso. Este «juego» se fija.
Pasa a formar parte nuclear de su personalidad, todo lo demás se va construyendo alrededor de aquello que tuvo éxito, lo que consiguió el objetivo último de ser visto y oído. Y este «juego» va haciéndose cada vez más habitual, ya sale solo, visceralmente, como un disco rayado. Hay, además, otra consecuencia importante. Como es natural, toda la atención del niño está dirigida hacia fuera, observando a sus padres, de quienes depende para todo lo que necesita, incluso para la supervivencia. Así se insta la él hábito de colocar continuamente la atención en el otro. Mientras sea así, nada puede cambiar ni transformarse.
El camino de vuelta consiste en hacerlo al revés: poco a poco, paso a paso, día a día, volver la atención hacia dentro, tal y como fue en un principio. El recién nacido solo sabe de sí mismo. El tiempo va pasando y, lo que comenzó como una forma de hacerse notar, va transformándose poco a poco en una forma compulsiva de ser. Fue tan importante, se puso tanta energía en aquel comportamiento, ¡que ahora parece tener vida propia!
Aquella actitud comienza a dominar al adolescente y luego al adulto, de una forma tan potente ¡que ya no tiene control sobre la situación! Quiere comportarse de otra manera y no puede, está en manos del «juego» que le hizo poderoso. Se da cuenta de que ya no domina la situación. Pero la sensación de poder .perdura, y más todavía: le parece que si abandona aquella forma de ser, ¡se queda de nuevo impotente, vulnerable, en manos de los demás! Así que sigue agarrado a su «juego» como si de ello dependiera su vida, totalmente olvidando de que la situación cambia, de que ya no es un niño sin recursos, de que el tiempo pasó y, como adulto, tiene un abanico de posibilidades que no tenía antes...
En este momento, la persona se identifica con el papel: «Yo soy agresivo... » Léase; deprimido, dependiente, rebelde, víctima, enfermo, loco, incapaz, distraído, vencedor, perdedor... el personaje que sea. Da lo mismo que sea un personaje problemático ó admirado. El extravertido compulsivo... aquel que tiene que ser siempre simpático, animado y alegre. Es lo que se espera de él. La máscara ya se ha pegado a la piel, la sonrisa ya es obligatoria, ya perdió su frescura y su belleza. Ahora, identificado con su juego, nuestro amigo ya esta ¡colocando toda su fuerza mental en esta creencia! Todo lo que piense de la vida y las cosas estará tenido de este juicio sobre sí mismo. Y al creerlo, cada vez lo estará cristal izando mas, creando sin parar situaciones en las que se convence de que verdaderamente... «Soy así».
En un momento de su vida, se encuentra identificado con un repertorio de personajes con los que se mueve y se relaciona con el mundo. Cada personaje tiene una función y le aporta ó le ha aportado un beneficio, aunque quizás su propósito inicial este ya olvidado. Es como repetir la función una y otra vez... ya ni se acuerda de por qué es siempre tan responsable, tan iracundo ó tan marginado… Ya no recuerda que fue una máscara que usa una vez para conseguir un fin... quizás ni siquiera llego a darse cuenta. Un día, siente algo raro en el pecho, como un hueco, un recuerdo dolido de algo que falta, un vado angustioso e interminable, la sensación de la nada. Una pregunta se queda parada en el aire, como un grito desesperado: "¿Quién soy yo?» ¡Y nuestro amigo no comprende lo que le pasó...!
Este es el Juego de la Atención.
Un mecanismo a través del cual nos identificamos con lo que no somos. Nos identificamos con un papel, una máscara, un personaje determinado, y olvidamos lo que somos realmente De lo que hemos sentido y sido, antes de que los juicios nos separasen de nuestros instintos, de nuestros impulsos y de nuestra capacidad de amar. Antes de ver nuestra imagen en el espejo y oír una voz diciendo: "Mira al nene...” En este momento el niño no comprende nada: ¿quién soy yo, el que siento dentro de mí, vibrando, pulsando, ó esta imagen que veo en el espejo? Ya comenzó la división, la duda, la confusión entre el dentro y el fuera.
La imagen comienza a ser más importante que el Ser que vibra dentro de nosotros. La imagen ya tiene vida propia, nos domina y a ella sacrificamos nuestros más añorados ideales. Identificamos la imagen con el poder, la ponemos en un pedestal porque creemos que nos protege y que sin ella estamos perdidos. Pasamos a vivir para ella y no para nuestro Ser, nuestros sentimientos y nuestra fuente de amor. Parece que, si soltamos la imagen, el mundo se viene abajo, nos quedamos como un pajarito recién salido del huevo en medio del fragor de una batalla. Hemos vendido nuestra alma a cambio de un poder malentendido...
1.- ¿A que estoy jugando yo?
Ahora interesa pararse un poco y tratar de descubrir ¿cuál es mi Juego de la Atención? No siempre es fácil, identificar el propio juego... Es algo que se hace de forma tan automática, e inconsciente, que a menudo se nos escapa. ¿Cómo consigues que se fijen en ti? ¿En qué te crees especial y diferente? ¿Qué actitud tienes que te parece natural e inalterable? Observa la lista que menciono a continuación y trata de descubrir como haces para conseguir la atención de los demás:
¿Siendo una víctima, lamentándote y quejándote de todas las injusticias que has tenido que sufrir, todas las enfermedades, abandonos, esfuerzos, ingratitudes, irracionalidades y maldades de los demás, cargando la melancolía y el punzante dolor del que ha sido maltratado?
¿O siendo aquel que siempre tiene las soluciones, sabe las salidas, sabe lo que deben hacer todos, como resolverlo todo, sabe las respuestas a todas las dudas?
¿O bien eres el gracioso, el que divierte, distrae, cuenta los chistes, anima y eleva los ánimos de todos, distribuyendo energía y buen humor a los cuatro vientos?
¿Ó eres aquel que siempre encuentra el punto débil, el fallo, la parte incompleta e inadecuada de todo, siempre en busca de una perfección inalcanzable?
¿Ó eres el que siempre busca pelea, fricción, lucha, confrontación, indignado con el mundo y con la vida, exigiendo y avasallando a pesar tuyo?
¿Ó eres el incompetente, el tonto, el que no consigue hacer las cosas ni obtener resultados, el que no es lo suficientemente inteligente, informado, culto, capaz ó habilidoso, el eterno derrotado?
¿Ó eres el eficiente, el práctico, el que se preocupa por todos, piensa por todos, provee a todos, cuida de todos?
¿Ó el distraído, siempre en las nubes, vi viendo tu propio mundo, ausente en tus devaneos y sueños?
¿Ó eres el altruista, siempre preocupado y tratando de ayudar a los demás, sintiendo en tu carne las injusticias, las guerras, los dolores del mundo?
¿Ó el responsable, que carga un peso en la espalda, que carga con todos los problemas y crees que si tú no te ocupas, el mundo se viene abajo?
¿Ó eres el eterno huidizo, que te escabulles las situaciones que representen compromiso, enfrentar problemas ó personas, responsabilidad ó disciplina?
Mira, querido lector, que haces para conseguir que te presten atención, te miren, te admiren ó te repudien, hablen de ti, bien ó mal... No se trata de que sea bueno ni malo, lo que buscamos es lo compulsivo, automático, cristalizado y mecánico.
COMO ABRIR LA PUERTA
El compañero de viaje.
Si estas encerrado dentro del cubículo de lo que crees que eres, prisionero de tu propia imagen, con tu Ser verdadero queriendo expandirse, explotar, alcanzar su libertad... ¿cómo se puede salir de ahí?
Llego el momento de usar la lIave -La atención-, meterla en el cerrojo y hacer el recorrido al revés, es decir, abrir. Has estado de .viaje con un desconocido: tú mismo. Llego el momento de intimar con este desconocido, fijarte en el, observar sus movimientos, sus deseos, sus recursos, sus inesperados prontos, sus necesidades, ideales, ilusiones, sus maldades... Como el domador con el león, no hay más remedio que adivinarlo, conocer el significado de sus más pequeños movimientos, observar cuando le brilla la mirada, en que proyectos coloca su energía vital, que cosas le encogen y entristecen. De la misma forma que al domador no se le ocurre culpar al león de sus instintos, tampoco podrás enjuiciar al compañero de viaje ni echarle en cara sus ocultas oscuridades, pues sabes que son simple fruto de su historia. Para poderle comprender, tendrás que acompañarle a través de sus experiencias, conocer su infancia, la casa donde creció, los padres que tuvo, saludar a su familia, saber lo que desearon de él, lo que realmente era importante para ellos. También tendrás que saber cómo fue para tu amigo su adolescencia, como se acerco al sexo opuesto, como se lanzo al ruedo de la vida, que toros le toco lidiar, que cornadas se llevo en el aprendizaje... Tendrás que saber que exige de sí mismo, que añora y desea, que rechaza y repudia. Es un largo viaje, pero tienes tiempo... es un viaje que dura toda la vida, así que no te agobies.
Seguro que le iras cogiendo cariño, comprendiendo, perdonando, amando, y que terminareis como los amigos más entrañables. Pero para que esto ocurra tendrás que tener mucha paciencia, desenredar muchos entuertos y malentendidos, convencer a tu amigo de su poder como adulto, de su enorme capacidad como ser humano, de su belleza, de su pureza, de su inocencia. Tendrás que acompañarle a sus rincones.mas lúgubres, aceptar sus instintos más salvajes y morbosos sin un solo gesto de reproche, aceptar su sadismo y su masoquismo con el corazón Ileno de agradecimiento por confiar tanto en ti como para mostrarte sus miserias. Tendrás que ganar su confianza poco a poco, día a día, aunque a veces no consigas remediar el sufrir y gozar con él; pero siempre a su lado, apoyándole y abierto a todo, a bajar a las alcantarillas y a encontrarte con las ratas, a subir a las montañas y a encontrarte con los ángeles. Más allá del juicio, más allá del bien y del mal.
Más allá del juego del poder donde se fijo la imagen, el personaje, la maldad y la bondad. Vivir con él los momentos en que pensaba que se iba morir y también aquellos en que se culpa de todos los males del mundo. Vivir también sus grandes ilusiones, conocer la meta ultima de su vida, que quizás ni sea la verdadera...
Juntos podéis descubrir que más allá del guion del gran teatro de la vida hay otra dimensión, donde las cosas son distintas, donde lo que hay es una gran búsqueda de equilibrio. Una búsqueda que no juzga lo que es bueno ni lo que es malo, sino que, como en un sistema de vasos comunicantes, el agua va donde le lleva la fuerza de la gravedad, sin que importe si inunda una región ó que la sequía deje la tierra clamando por piedad. En este ámbito, podréis entender muchas cosas y aceptar otras más.
Y comprendiendo, podréis parar de luchar contra lo imponderable, lo inevitable, contra el Todo. Ver que lo que juzgas como algo terrible, en realidad te está llevando a que el agua de los vasos comunicantes se coloque en su justo lugar. Esta otra dimensión no sabe de tus pequeños y mezquinos sufrimientos, solo sabe del equilibrio…
A este viaje se te invita; A recorrer contigo mismo toda tú historia, a encontrar las grandes grabaciones que te tienen prisionero de tus propias creencias y de tus propios juicios. A usar la llave para abrir las puertas y recorrer el camino hacia ti mismo, hacia tu interior. Aunque al principio los hábitos aprendidos te lleven a lo viejo, a lo cristalizado, poco a poco puedes aprender a poner la atención en tu callado compañero de viaje: tú mismo. Y las puertas irán abriéndose, aparecerán nuevos horizontes, nuevas soluciones nunca antes pensadas, nuevas maneras de vivir la vida, como un gran holograma que cambia de aspecto si cambias de posición.
Propuesta de trabajo:
Este trabajo está basado en un curso terapéutico, que se desarrolla a lo largo de siete días completos y que se titula "El Juego de la Atención». Está dividido en cuatro módulos, cuatro fases que tratan de distintos aspectos del ser humano dentro de su evolución natural. Cada uno tiene un propósito definido y muestra distintos mecanismos psicológicos y aspectos de la vida. Es una incursión en el mundo de la energía y de la psique que puedes acompañar, paso a paso, a través de estas páginas.
Como si se tratase de construir una casa, comenzamos por la base, por los cimientos: la infancia. En esta primera fase, vamos a entender porque somos como somos, cual es el sustrato de nuestro mundo emocional y de nuestro sistema de ideas. Qué hacer con las grabaciones psíquicas que nos hacen reaccionar de forma infantil y compulsiva, impidiéndonos tener el comportamiento que queremos. La meta es comenzar a manejar alternativas. Es imposible comprenderse sin hacer antes una profunda incursión en el momento de la vida en el que el sistema nervioso se está formando y está registrando todo lo que es intenso y vital sin considerar si es de signo positivo ó negativo.
Luego, comenzamos a levantar las paredes, colocar las ventanas y puertas de la casa, recorriendo la adolescencia, la pareja, la sexualidad, el trabajo. Aquí, vemos las consecuencias de todo lo anterior, en la relación con los demás y con la vida. Entramos a fondo en el eterno enfrentamiento entre los sexos, ya que la cal dad y la función de la energía femenina y de la masculina, son, en general, mal comprendidas y usadas. Tratamos de ver por que construimos para luego destruir, alejando la felicidad que tanto añoramos.
Finalmente, en la tercera fase, colocamos el tejado de la casa, para protegernos del exceso de luz, de agua, de viento, de calor y de frío que hay disponible en el mundo de fuera. Ahora, vamos a conocer la culpa que nos impide sentir placer y nos separa del Todo, así como su única salida. Entramos de lleno en los mundos que nos rodean, tanto el mater.ial como el mundo sutil, que está siempre presente. Vemos el concepto de Dios y del Diablo, el bien y el mal, dentro del reino de la energía inteligente que crea la Gran Red, que nos envuelve a todos.
Todo ello, para conseguir, finalmente, entrar y salir de casa. Ser capaz de participar en el gran teatro de la existencia, disfrutando de su enorme riqueza, variedad y magia; y, también, poder recogerse en casa, en sí mismo, cuando sea necesario. Poder estar dentro de sí y fuera, sin perderse ni en uno ni en otro...Aprendiendo a disfrutar del Gran Guion y también del guion personal que nos ha tocado a cada uno.
A medida que vamos avanzando, tendrás la oportunidad de aplicar la teoría a tu caso personal. Acompañando casi todos los temas, encontraras ejercicios con los cuales puedes caminar por tu propio pie y con el ritmo que escojas, por este camino que te lleva hacia ti mismo. Los apartados están señalados, en cursiva, como en el Ejercicio 1, para que puedas localizarlos con facilidad; ó bien saltarlos, si te interesa sola mente la parte teórica. No puedo, sin embargo, dejar de animarte a que los hagas. Muchas cosas pueden ocurrir, casi sin que te des cuenta, que te hagan levantarte por la mañana encantado de estar vivo.
Está claro que un texto no puede producir la intensidad de una vivencia... Sentir en la piel una gota de agua que resbala, el olor de la tierra mojada, la emoción de un roce deseado... Sin embargo, puedes empezar el camino, empezar a abrir la puerta, aunque sea sólo una ranura por la cual echar un vistazo y animarte a abrir la un poquito más. Entrar de lleno en la vida, que sólo se despliega en todo su esplendor cuando aceptas a todos sus hijos, tanto su magia como sus miserias. Si esto se logra, este texto habrá alcanzado su objetivo.
2. Ejercicios introductorios
Ya que la atención es algo tan sumamente importante, puedes, si lo deseas, comenzar a explorar sus posibilidades y a entrenarla. Son ejercicios sencillos que puedes encajar sin esfuerzo en tu vida cotidiana. Su finalidad última es que seas capaz de hacer este camino de vuelta a ti mismo, a colocar tu atención en tu interior, tus sentimientos, tus sensaciones físicas, tus pensamientos mecánicos y repetitivos, y también en la voz interior que habla cuando Le das espacio y la escuchas. Para ello, tu atención tendrá que estar dentro, concentrada, pues habitual mente esta voz no grita. Suele sonar como un murmullo, suave y delicado. Como un riachuelo que corre.
Ejercicio 1.-
Hay un ejercicio clásico que puede servirte de base. No solo te ayudara a la concentración, sino también te servirá de medida, pues podrás cuantificar tus logros. Siéntate cómodamente delante de un reloj grande, un despertador ó un reloj de pared que tenga segundero. Procura relajar tu cuerpo, usando para ello la técnica a la que estés acostumbrado.
Si no tienes el hábito de relajarte, sigue las instrucciones siguientes. Cierra los ojos y empieza concentrándote en tu respiración, que dejas correr por todo el cuerpo, como un viento fresco que limpia el polvo y abre puertas y ventanas. Cada vez más despacio y más consciente de las sensaciones de tu cuerpo. Luego, comienzas a relajar la cabeza (cuero cabelludo, frente, ojos, parpados, mejillas, boca, mandíbula, lengua, oreas). Luego sueltas la nuca (imagínate los nervios que se cruzan ahí flácidos, blandos, caídos), el cuello, los hombros. Vas relajando el tórax, bajando por la columna, imaginando todos los nervios y ganglios nerviosos relajados, fláccidos, tranquilos, entregados. Sigues soltando el pecho, el estómago, el bajo vi entre, las nalgas y los órganos sexuales. Respirando lentamente y sintiendo el viento fresco abriendo y soltando. Finalmente relajas los muslos, las rodillas, las piernas, los tobillos y los pies.
Cuando sientas todo tu cuerpo relajado y suelto, pon la atención en el segundero del reloj. Siguiendo su recorrido alrededor de la esfera, mantén tu mente en blanco. Si vienen pensamientos, tráelos hacia dentro de ti, que se pierdan en tu interior. Mira cuanto tiempo eres capaz de quedarte atento al segundero sin que te lleven tus pensamientos. Tienes así una medida cuantificable de tu capacidad de concentración. Este ejercicio lo puedes hacer diariamente, y constatar así tus progresos.
Ejercicio 2.-
Coloca un objeto delante de ti. Relájate como en el ejercicio 1, Y comienza a observar este objeto. Te sorprenderá cuantos detalles tiene, cuantos tones distintos, cuantos matices imperceptibles puedes descubrir. Repite este ejercicio algunos días seguidos, y luego, cuando lo tengas muy asimilado, cuando lo sientas familiar, comienza a percibir el objeto desde otro ámbito. ¿Cual serla la sensación de SER este objeto? Puedes conocer su esencia oculta e identificarte con ella. Si lo logras, habrás dado un paso sólido en dirección al dominio de tu atención. Si no, simplemente sigue con ello, sin sentirte frustrado y sin prisas. Acontecerá cuando menos lo esperes.
Ejercicio 3.-
Cuando salgas de casa a hacer tu vida cotidiana, escoge un objeto concreto donde colocar tu atención en este día. Puede ser un color, una parte del cuerpo, algo sonoro como voces ó música. Proponte estar atento a ello durante todo el día. Puedes escoger, par ejemplo, fijarte en los relojes que use la gente, ó en mujeres embarazadas, ó en toda la ropa de color rojo, ó en las orejas y sus distintas formas y tamaños. ó en los timbres de voz., ó en las formas de las cejas. ó en las expresiones sonrientes ó ceñudas de la gente, ó en lo que dicen los letreros. En collares, pendientes ó zapatos. En cuanta gente se toca en la calle ó lo que llevan en las manos. Pero escoge un sólo objetivo por día.
Puede ser un día interesante, en el que descubras muchas cosas en las que nunca te habías fijado. Puedes darte cuenta de muchas similitudes e incongruencias que coexisten pacíficamente. Poco a poco, podrás mantener y cambiar el objeto de tu atención, aumentando la concentración y flexibilizándola de una forma lúdica y fácil.
(Fragmento del del libro El Juego de la Atención, de Marly Kuenerz)